REPRESENTACIÓN PARLAMENTARIA, MODERACIÓN y VERACIDAD

Los parlamentarios, tanto diputados como senadores, son, como sabemos, representantes del Pueblo elegidos por el Pueblo para servir al Pueblo. Es, pues, evidente, que es el Pueblo el que les da la palabra para que hablen en nombre del Pueblo que los ha elegido.
Pero, con cierta frecuencia, algunos parlamentarios, usan la palabra alejándose de la verdad, por lo que se desvinculan de la misión encomendada por el Pueblo y manipulan la palabra para decir algo que nada tiene que ver con la realidad, aunque lo aparenten.
Por lo que, alejándose de obligación encomendada por el Pueblo, están faltando a la fidelidad debida al Pueblo que ha depositado su confianza en la actividad de los parlamentarios de ambos sexos. La verdad debe de ser el objetivo fundamental de un parlamentario o parlamentaria. Si faltaran a la verdad estarían dando pruebas de que no son de fiar, porque el Pueblo ha depositado la confianza en ellos.
Porque, no hay auténtica fidelidad parlamentaria si, quien habla en las Cortes, no le da importancia a la verdad de de lo que dice, aunque su dialéctica sea más o menos convincente. Por consiguiente, no basta con que el discurso sea más o menos brillante o más o menos convincente, si evidentemente no se atiene a la verdad de lo que se dice.
Y, sin embargo, son muchas las personas que desean un buen discurso sin preocuparse de si, lo que se dice, tiene que ver algo con la realidad. Parece como si, en un discurso, importara más el lucimiento personal que la lucidez del contenido del discurso .No faltan quienes prefieren la elegancia del discurso a los contenidos reales del mismo.
Y, sin embargo, la representación parlamentaria, presupone que, lo que se diga, sea verdadero y que se intente, por encima de todo, no mentir o desvirtuar la realidad de los hechos. El Pueblo debe confiar en que, la confianza que se ha depositado en sus señorías no va a ser defraudada por sus señorías. Dicho más claro: La verdad por delante.
Porque, sin verdad, el discurso está tan hueco, que no vale la pena, por muy brillante que sea. Eso pienso. ¿Y usted?

05 de febrero de 2010

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