Cuando se habla de libertad es preciso expresar con claridad de qué estamos hablando, porque el término libertad puede tener distintos sentidos. Hay una libertad egoísta que se traduce en la frase: “Cada uno busca su propio interés”. Esa fue la libertad que defendió el economicismo individualista: “Yo busco mi interés y tu buscas el tuyo”, y nuestra mutua relación está basada una estricta lucha de intereses. En teoría, en este caso, el más inteligente y laborioso prospera y, el menos, se queda atrás y pasa a depender del anterior. Así se establece una sociedad dirigida por los más inteligentes y por los mejores y más constantes gestores y la clase que se queda atrás, pasa a depender de la anterior. En esta concepción, el Estado, tiene que a los particulares y no intervenir en esta lucha de intereses. El estado se debe regir por el lema:”Dejad hacer; dejar pasar; porque el mundo se mueve solo”. Es un Estado abstencionista.
Se concibe pues, la lucha de intereses particulares, como si fuera una especie fuerza de la gravedad social semejante a la gravitación universal de Newton. Así, hipotéticamente, la tensión entre compradores y vendedores y la competencia mutua entre compradores y también y la mutua tensión de los vendedores ha de dar por resultado un orden armónico que no inclina la balanza hacia unos u otros, sino que se crea una tensión armónica siguiendo el orden dinámico de la oferta y la demanda. Este orden se debe a la “ mano benévola y oculta del mercado”.
En Marx, la tensión dinamizadora de la Historia, se produce por la lucha de clases, cada una de las cuales defiende su propia ideología frente a la ideología de la clase opuesta. Tensión que sólo podrá resolverse cuando desaparezca la propiedad privada de los medios de producción, y aparezca el hombre nuevo que deje de ser egoísta y no se le permitirá serlo para trabajar por el bien de la comunidad. Se renuncia en principio a la democracia y se anuncia una sociedad sin clases, la desaparición del Estado y se anuncia una especie de paraíso en la tierra.El Socialismo Democrático se mueve dentro de los cauces de la democracia, acepta el orden parlamentario y se dirige por los valores conjuntos de la igualdad, la libertad y la solidaridad. La libertad que defiende es una libertad solidaria e igualitaria como base de una sociedad justa. La libertad que defiende no es una libertad egoísta, porque la solidaridad le obliga en conciencia a defender la misma libertad para todos los ciudadanos y ciudadanas. Es decir, en mi libertad incluyo la necesidad de que las demás personas sean también idénticamente libres. Por eso, libertad, igualdad y solidaridad están “a una” íntima y mutuamente coexigiéndose. Esto lleva consigo que quien defienda un socialismo democrático, no se tranquilizará hasta que no haya una sola persona que no disfrute de igual libertad. Por esa libertad de todas las personas unidas vale la pena luchar. Esa es la libertad que yo quiero: “igual libertad solidaria para todos los ciudadanos y las ciudadanas”. Esto va más allá de las leyes vigentes, que no excluye, pero que las supera. Así pienso. Esa es mi libertad y deseo que sea la libertad de cualquier persona de mi sociedad. ¡Gracias! ¿Y usted?.
Se concibe pues, la lucha de intereses particulares, como si fuera una especie fuerza de la gravedad social semejante a la gravitación universal de Newton. Así, hipotéticamente, la tensión entre compradores y vendedores y la competencia mutua entre compradores y también y la mutua tensión de los vendedores ha de dar por resultado un orden armónico que no inclina la balanza hacia unos u otros, sino que se crea una tensión armónica siguiendo el orden dinámico de la oferta y la demanda. Este orden se debe a la “ mano benévola y oculta del mercado”.
En Marx, la tensión dinamizadora de la Historia, se produce por la lucha de clases, cada una de las cuales defiende su propia ideología frente a la ideología de la clase opuesta. Tensión que sólo podrá resolverse cuando desaparezca la propiedad privada de los medios de producción, y aparezca el hombre nuevo que deje de ser egoísta y no se le permitirá serlo para trabajar por el bien de la comunidad. Se renuncia en principio a la democracia y se anuncia una sociedad sin clases, la desaparición del Estado y se anuncia una especie de paraíso en la tierra.El Socialismo Democrático se mueve dentro de los cauces de la democracia, acepta el orden parlamentario y se dirige por los valores conjuntos de la igualdad, la libertad y la solidaridad. La libertad que defiende es una libertad solidaria e igualitaria como base de una sociedad justa. La libertad que defiende no es una libertad egoísta, porque la solidaridad le obliga en conciencia a defender la misma libertad para todos los ciudadanos y ciudadanas. Es decir, en mi libertad incluyo la necesidad de que las demás personas sean también idénticamente libres. Por eso, libertad, igualdad y solidaridad están “a una” íntima y mutuamente coexigiéndose. Esto lleva consigo que quien defienda un socialismo democrático, no se tranquilizará hasta que no haya una sola persona que no disfrute de igual libertad. Por esa libertad de todas las personas unidas vale la pena luchar. Esa es la libertad que yo quiero: “igual libertad solidaria para todos los ciudadanos y las ciudadanas”. Esto va más allá de las leyes vigentes, que no excluye, pero que las supera. Así pienso. Esa es mi libertad y deseo que sea la libertad de cualquier persona de mi sociedad. ¡Gracias! ¿Y usted?.
. 1 de Septiembre de 2008 .
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