Antes de empezar este artículo, quiero dejar claro que no tengo animadversión alguna hacia el Cardenal de Madrid; pero su última intervención en “Los desayunos informativos de Europa Press” (El País,25 de septiembre de 2008, pag.32) me fuerza a intervenir de nuevo por escrito para hacer algunas aclaraciones que, desde mi modesto punto de vista, pueden ser necesarias e inexcusables. Veamos:
Su tesis es: Que la generación que nació “cuando la guerra civil”, no debería “trasladar ese problema a otras generaciones”. Cosa que contrasta con las exhumaciones y posteriores beatificaciones de los miles de partidarios de la sublevación franquista, a la que la Iglesia Católica española se adhirió fervientemente y sin ningún reparo que poner. Han olvidado que, muchos de los asesinados por el franquismo, fieles a la República y, por tanto, a la legalidad vigente, eran fervientes católicos, pero no han sido así reconocidos por los sublevados, ni tampoco por la Iglesia Católica. ¿H a habido o no una doble vara de medir?. Pero, hay más, aún en el supuesto de que no fueran católicos: ¿Es que sus familiares no tiene derecho a recoger y a enterrar sus restos como se hace con cualquier ser humano sea del credo que sea?. No es verdad, como afirma el Cardenal Rouco, que no se debería trasladar el problema a otras generaciones; sí lo es, que estas generaciones tienen derecho a recuperar los restos de sus familiares muertos o asesinados. No debe haber una doble vara de medir entre unos y otros.
Otro asunto discutible es el que se refiere a la objeción de conciencia y a criticar las leyes. El Cardenal Rouco, en dicha conferencia y ante la pregunta de si se puede objetar una ley aprobada por el Parlamento, dice así: “Se pueden criticar las leyes, ¿no? Se pueden objetar. Ya veo yo que la gente joven tiene menos rebeldía y menos sentido crítico que los de mi generación”. Advierto de antemano que no sabemos que el señor Rouco, en su juventud, fuera un crítico y un rebelde. Parece, más bien, que todo lo contrario. Salvo que ignoremos un dato tan importante de su vida, pero, no parece que haya constancia alguna que lo justifique.
Mas, ya que lo afirma tan rotundamente, disentimos de la identificación que hace entre criticar las leyes y objetarlas en conciencia. Porque no es lo mismo criticar que objetar. Porque puede haber leyes que criticamos, pero no hasta el punto de objetarlas. Una ley puede no parecernos bien, porque pensamos que pudiera haber otra mejor, pero no porque vaya en contra de nuestra conciencia. Parece lógico pensar que todas las leyes sean perfectibles y que, por tanto, opinemos que pudiera haber otra mejor, aunque ésta no vaya en contra de nuestra conciencia. Luego, pasar de poder criticar a objetar, como hace el Presidente de la CEE, no parece lógico. Para objetar en conciencia una ley, es preciso que, dicha ley, repugne seria y gravemente a la propia conciencia. Por lo que, no parece lógico que la inducción desde otra conciencia, sea coherente con la propia conciencia, porque, en este caso, la conciencia no es propia sino foránea y ajena. ¿Se denominaría, en dicho caso, alienación? Pudiera.
Su tesis es: Que la generación que nació “cuando la guerra civil”, no debería “trasladar ese problema a otras generaciones”. Cosa que contrasta con las exhumaciones y posteriores beatificaciones de los miles de partidarios de la sublevación franquista, a la que la Iglesia Católica española se adhirió fervientemente y sin ningún reparo que poner. Han olvidado que, muchos de los asesinados por el franquismo, fieles a la República y, por tanto, a la legalidad vigente, eran fervientes católicos, pero no han sido así reconocidos por los sublevados, ni tampoco por la Iglesia Católica. ¿H a habido o no una doble vara de medir?. Pero, hay más, aún en el supuesto de que no fueran católicos: ¿Es que sus familiares no tiene derecho a recoger y a enterrar sus restos como se hace con cualquier ser humano sea del credo que sea?. No es verdad, como afirma el Cardenal Rouco, que no se debería trasladar el problema a otras generaciones; sí lo es, que estas generaciones tienen derecho a recuperar los restos de sus familiares muertos o asesinados. No debe haber una doble vara de medir entre unos y otros.
Otro asunto discutible es el que se refiere a la objeción de conciencia y a criticar las leyes. El Cardenal Rouco, en dicha conferencia y ante la pregunta de si se puede objetar una ley aprobada por el Parlamento, dice así: “Se pueden criticar las leyes, ¿no? Se pueden objetar. Ya veo yo que la gente joven tiene menos rebeldía y menos sentido crítico que los de mi generación”. Advierto de antemano que no sabemos que el señor Rouco, en su juventud, fuera un crítico y un rebelde. Parece, más bien, que todo lo contrario. Salvo que ignoremos un dato tan importante de su vida, pero, no parece que haya constancia alguna que lo justifique.
Mas, ya que lo afirma tan rotundamente, disentimos de la identificación que hace entre criticar las leyes y objetarlas en conciencia. Porque no es lo mismo criticar que objetar. Porque puede haber leyes que criticamos, pero no hasta el punto de objetarlas. Una ley puede no parecernos bien, porque pensamos que pudiera haber otra mejor, pero no porque vaya en contra de nuestra conciencia. Parece lógico pensar que todas las leyes sean perfectibles y que, por tanto, opinemos que pudiera haber otra mejor, aunque ésta no vaya en contra de nuestra conciencia. Luego, pasar de poder criticar a objetar, como hace el Presidente de la CEE, no parece lógico. Para objetar en conciencia una ley, es preciso que, dicha ley, repugne seria y gravemente a la propia conciencia. Por lo que, no parece lógico que la inducción desde otra conciencia, sea coherente con la propia conciencia, porque, en este caso, la conciencia no es propia sino foránea y ajena. ¿Se denominaría, en dicho caso, alienación? Pudiera.
. 29 de Septiembre de 2008 .
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