Me ha producido sorpresa y tristeza la manifestación convocada en Madrid por el Cardenal Rouco Varela. Tristeza, porque, más que hablar de la defensa de lo que los prelados católicos denominan matrimonio cristiano y de los valores que, a su juicio, son inherentes al mismo, lo que hicieron fue satanizar y desprestigiar otros modos de familia aceptados por el Gobierno, también por la Cortes españolas y que no coincide con la idea de familia que tiene la Iglesia Católica. Más parecía un mitin político que un reconocimiento de la relevancia que, a juicio de los obispos que tomaron la palabra, posee el matrimonio católico.
Se intentó desprestigiar al actual Gobierno de España y se utilizó como instrumento de desprestigio la desmesura y la exageración diciendo que, si no hay matrimonio entre un hombre y una mujer, no hay matrimonio y, sin matrimonio no hay sociedad, con lo que se está desmoronando la democracia. La aceptación de los matrimonios homosexuales está claro que no coincide con el pensamiento de la Iglesia, pero, no por eso hay que demonizar a las personas homosexuales ni tratarlas como seres apestados y deleznables. Máxime, cuando un Obispo Católico de Canarias ha reconocido que hay homosexuales de nacimiento, es decir, por naturaleza. De lo que se deduce, que no son homosexuales por un supuesto vicio adquirido.
Desmesurar los argumentos, tachar al Presidente de enemigo de la democracia, sin una argumentación medida y profunda, indica a las claras, que la manifestación no era a favor del matrimonio católico, sino un artificio de desprestigio del Gobierno actual, en período próximo a las elecciones de Presidente de la Conferencia Episcopal, al que aspira el Cardenal Rouco y, también, próximo a las elecciones generales. Huele demasiado a que la manifestación no era precisamente religiosa, sino una manifestación con intereses electorales. Las exposiciones, por eso, tenían formato de mitin.
Extraña que el contenido religioso del valor del matrimonio cristiano brillara por su ausencia y que, las intervenciones fueran predominantemente políticas y de desprestigio del Gobierno español. Olvidando que el Gobierno español es aconfesional y que puede defender valores diferentes a los propios de una confesión religiosa, siempre que se respete la libertad de esa confesión a defender los suyos. Un gobierno, como el español, admite la libertad de pensamiento, de expresión y de opinión, como fundamentos de la vida democrática. Querer imponer una idea o unos valores religiosos a toda la sociedad, es antidemocrático e inconstitucional. Sería un atropello a la libertad de pensamiento con todas sus consecuencias.
Poner argumentos distorsionando la realidad, implica una desmesura impropia de la Iglesia Católica, porque la sociedad española sigue siendo democrática, aún aceptando otros tipos de familia distintos del religioso. Por no hablar de matrimonios religiosos, como el segundo de D. Camilo José de Cela y otros, que dan mucho que pensar y que dudar. Es sólo un ejemplo. Y esto no es una exageración. ¿No han podido hablar los señores obispos con más medida?. Pienso que sí y que sería beneficioso que así lo hicieran. Para ellos y para todos.
Se intentó desprestigiar al actual Gobierno de España y se utilizó como instrumento de desprestigio la desmesura y la exageración diciendo que, si no hay matrimonio entre un hombre y una mujer, no hay matrimonio y, sin matrimonio no hay sociedad, con lo que se está desmoronando la democracia. La aceptación de los matrimonios homosexuales está claro que no coincide con el pensamiento de la Iglesia, pero, no por eso hay que demonizar a las personas homosexuales ni tratarlas como seres apestados y deleznables. Máxime, cuando un Obispo Católico de Canarias ha reconocido que hay homosexuales de nacimiento, es decir, por naturaleza. De lo que se deduce, que no son homosexuales por un supuesto vicio adquirido.
Desmesurar los argumentos, tachar al Presidente de enemigo de la democracia, sin una argumentación medida y profunda, indica a las claras, que la manifestación no era a favor del matrimonio católico, sino un artificio de desprestigio del Gobierno actual, en período próximo a las elecciones de Presidente de la Conferencia Episcopal, al que aspira el Cardenal Rouco y, también, próximo a las elecciones generales. Huele demasiado a que la manifestación no era precisamente religiosa, sino una manifestación con intereses electorales. Las exposiciones, por eso, tenían formato de mitin.
Extraña que el contenido religioso del valor del matrimonio cristiano brillara por su ausencia y que, las intervenciones fueran predominantemente políticas y de desprestigio del Gobierno español. Olvidando que el Gobierno español es aconfesional y que puede defender valores diferentes a los propios de una confesión religiosa, siempre que se respete la libertad de esa confesión a defender los suyos. Un gobierno, como el español, admite la libertad de pensamiento, de expresión y de opinión, como fundamentos de la vida democrática. Querer imponer una idea o unos valores religiosos a toda la sociedad, es antidemocrático e inconstitucional. Sería un atropello a la libertad de pensamiento con todas sus consecuencias.
Poner argumentos distorsionando la realidad, implica una desmesura impropia de la Iglesia Católica, porque la sociedad española sigue siendo democrática, aún aceptando otros tipos de familia distintos del religioso. Por no hablar de matrimonios religiosos, como el segundo de D. Camilo José de Cela y otros, que dan mucho que pensar y que dudar. Es sólo un ejemplo. Y esto no es una exageración. ¿No han podido hablar los señores obispos con más medida?. Pienso que sí y que sería beneficioso que así lo hicieran. Para ellos y para todos.
.11 de Enero de 2008.
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