La solidaridad es, entre otras cosas, una dimensión de la libertad de los seres humanos, a la que, el filósofo español D. Xavier Zubiri llamaba “libertar con”. Sintetizando mucho, diremos que es algo que afecta al carácter social de las personas. Es decir, ejercitamos nuestra libertad, también, unidos a otras personas con las que realizamos nuestra vida. La solidaridad tiene, por naturaleza, un aspecto estrictamente social. Pero, como sabemos, no toda solidaridad es sin más positiva. Pudiera no serlo.
Piénsese en la cooperación de las mafias de droga, de explotación de la prostitución de mujeres o de niños, de la falsa solidaridad de todos los totalitarismo de uno y de otro signo, que intentan imponer una solidaridad fruto de una obediencia ciega, visceral e irreflexiva y, como tal, inhumana y, en consecuencia, falsa solidaridad, como ocurre también con la falsa solidaridad de los grupos violentos antisociales, de los grupos negadores de la libertad, pero que practican una especie de camaradería, ajena a la verdadera y libre solidaridad humana.
Baste saber que la auténtica solidaridad incluye la cooperación en el bien de los demás seres humanos, con las otras personas con las que compartimos la existencia. No es solidaridad auténtica si nos hacemos daño a nosotros mismos o cooperamos en los perjuicios de las demás personas. Haciendo daño, hiriendo o truncando las sanas esperanzas de otros seres humanos no se está siendo solidario, se está destruyendo el serio y firme edificio de la solidaridad humana.
Evidentemente, me refiero a la solidaridad que es fruto de la reflexión y del serio y firme compromiso con el bien y la realización de las otras personas y, también, de la mutua unión con otras personas para la realización de una sociedad justa, del apoyo a las personas más necesitadas, de la confianza en la justa reciprocidad, en la cooperación entre las personas. Porque, la solidaridad, para ser plena, ha de contener la mutua confianza, la permanente seguridad de que se puede contar con otros seres humanos y de que ellos cuenten con nosotros. Es la construcción social del nosotros, no para enfrentarse con otras personas, sino para que se sientan invitadas a la unión de todos. Se trata de construir una vida seriamente compartida, pero no divida o parcelada. Se trata de construir una sociedad en donde, lo nuestro prime sobre lo propio, incluyendo a ambos.
Ciertamente, esta solidaridad se puede alcanzar limitadamente, defectuosamente, porque defectuoso y limitado es todo ser humano, pero es un camino con una meta que, poco a poco y, pese a las limitaciones, lo vayamos andando. Importa que todos los seres humanos, como miembros de una misma sociedad tengamos la clarividencia y la valentía de buscar la unanimidad en la acción social. Porque, las demás personas necesitan de nosotros tanto como nosotros necesitamos de ellas. Hay que lograr una actitud mental y una disposición a obrar que suponga que todos las personas de una sociedad nos sintamos, con plena consciencia y con hechos, unidas a las demás.
Importa que sepamos y que firmemente creamos que, el camino no está hecho, pero que se hace camino al andar. Machado,¿verdad que tenía razon?.Intentarlo vale la pena.¿No?
Piénsese en la cooperación de las mafias de droga, de explotación de la prostitución de mujeres o de niños, de la falsa solidaridad de todos los totalitarismo de uno y de otro signo, que intentan imponer una solidaridad fruto de una obediencia ciega, visceral e irreflexiva y, como tal, inhumana y, en consecuencia, falsa solidaridad, como ocurre también con la falsa solidaridad de los grupos violentos antisociales, de los grupos negadores de la libertad, pero que practican una especie de camaradería, ajena a la verdadera y libre solidaridad humana.
Baste saber que la auténtica solidaridad incluye la cooperación en el bien de los demás seres humanos, con las otras personas con las que compartimos la existencia. No es solidaridad auténtica si nos hacemos daño a nosotros mismos o cooperamos en los perjuicios de las demás personas. Haciendo daño, hiriendo o truncando las sanas esperanzas de otros seres humanos no se está siendo solidario, se está destruyendo el serio y firme edificio de la solidaridad humana.
Evidentemente, me refiero a la solidaridad que es fruto de la reflexión y del serio y firme compromiso con el bien y la realización de las otras personas y, también, de la mutua unión con otras personas para la realización de una sociedad justa, del apoyo a las personas más necesitadas, de la confianza en la justa reciprocidad, en la cooperación entre las personas. Porque, la solidaridad, para ser plena, ha de contener la mutua confianza, la permanente seguridad de que se puede contar con otros seres humanos y de que ellos cuenten con nosotros. Es la construcción social del nosotros, no para enfrentarse con otras personas, sino para que se sientan invitadas a la unión de todos. Se trata de construir una vida seriamente compartida, pero no divida o parcelada. Se trata de construir una sociedad en donde, lo nuestro prime sobre lo propio, incluyendo a ambos.
Ciertamente, esta solidaridad se puede alcanzar limitadamente, defectuosamente, porque defectuoso y limitado es todo ser humano, pero es un camino con una meta que, poco a poco y, pese a las limitaciones, lo vayamos andando. Importa que todos los seres humanos, como miembros de una misma sociedad tengamos la clarividencia y la valentía de buscar la unanimidad en la acción social. Porque, las demás personas necesitan de nosotros tanto como nosotros necesitamos de ellas. Hay que lograr una actitud mental y una disposición a obrar que suponga que todos las personas de una sociedad nos sintamos, con plena consciencia y con hechos, unidas a las demás.
Importa que sepamos y que firmemente creamos que, el camino no está hecho, pero que se hace camino al andar. Machado,¿verdad que tenía razon?.Intentarlo vale la pena.¿No?
.18 de Diciembre de 2007.
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