Se dice que algo es auténtico, cuando es lo que parece y, si no es lo que parece, decimos que es falso. Se suele decir que, lo que no es lo que parece, es una imitación. Es muy frecuente la imitación en las joyas. Por eso, quien las luce, suele, si es una persona sincera, advertir de la falta de coincidencia entre la apariencia y la realidad. Así ocurre con las joyas de imitación, cuando parece una perla y no lo es, oro y no lo es, diamante……
Esto que hemos dicho de las cosas, esto es, de vestidos, de joyas, de adornos, etc., también es aplicable a las palabras y a las actividades humanas sean éstas, individuales, sociales, económicas, políticas etc...A estas últimas intentaré referirme ahora. Porque, la política, es el arte del buen gobierno del pueblo. Cuando la apariencia es la de que se está gobernando para el bien del pueblo, pero la realidad no es así, se está manipulando al PUEBLO y sucede lo mismo que cuando alguien luce y quiere vender un diamante falso, haciendo creer que es auténtico. Sólo que, en nuestro caso, quien sufre las consecuencias del engaño, es el PUEBLO. Nótese que utilizo el término engaño, porque, decir que se desea el bien del pueblo, siendo falso, es pretender que el pueblo crea que es realidad lo que sólo es mera apariencia, adornada con un lujo de hueca palabrería. Es como si, al Pueblo se le quisiera conducie con una venda en los ojos.
¿Cuál es el resultado? Que, si se descubre la manipulación o el engaño, quien miente, pierde credibilidad y el PUEBLO pierde confianza en quien así actúa, pero, puede ocurrir que no se descubra inmediatamente y que, ese tipo de comportamiento, se convierta en un hábito generalizado y contagioso, como si de una grave enfermedad se tratara. Lo que haría que, si tuviera éxito público, aumentaría el número de intencionados engañadores, que creciera y se generalizara. Con lo que, con la apariencia de auténtica política, se hiciera una política engañosa, oculta en bellas y grandilocuentes palabras. Como sucede conla propaganda de falsas y bellas joyas.
A estas cosas colabora, de una forma especial, la propaganda política de los medios de comunicación social. La exageración en el modo en que, la propaganda presenta los discursos políticos, puede contribuir al engaño de ciudadanos y ciudadanas. Las técnicas propagandísticas son especialmente peligrosas, porque hacen ver que es lo que no es; que hay que creer en las falsas apariencias, que hay que desear lo que en verdad no se desea. Vivir así, es vivir artificialmente en la mentira envuelta en la apariencia de verdad.
Sería muy provechoso que los políticos de ambos sexos pensaran en el auténtico bien del pueblo antes de hablar y que lo hicieran pensando sólo en ese bien para todas las personas que son orientadas o dirigidas por ellos. La falsedad en política es una auténtica lacra para todo el PUEBLO.
Pero si, por el contrario, se habla intentando y buscando el bien del pueblo, es fácil que, quien así actúe, no sólo sea auténtico, sino también, verdadero político. Quien, a sabiendas, engaña al PUEBLO, está siendo inauténtico y, por ello, falaz, es decir engañoso. La coherencia entre el bien público y el discurso político, es lo que hace al discurso político, auténtico. Ya hay quien lo practica, pero lo que se necesita es que se generalice. Y que se excluya de la política activa toda manipulación de la verdad. Lo creo firmemente.
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